MSc. Alejandro Camacho
En Costa Rica, por cada colilla arrastrada hasta ríos o mares, se contaminan dos litros de agua. Los filtros y los cigarros, al entrar en contacto con el agua, la contaminan con sustancias tóxicas como nicotina y alquitrán, así como metales pesados como plomo, arsénico y cianuro.
Las colillas no se deshacen por arte de magia. Estos pequeños restos tampoco van a desaparecer cuando un fumador los lance al suelo. De hecho, tardan en disolverse entre nueve meses hasta 10 años.
La explicación es simple, y es que a pesar de que su apariencia engaña a cualquiera y hace creer que son biodegradables, en realidad están fabricadas con hidrocarburos y acetato de celulosa, que se deriva del petróleo.
Además, cada una está recubierta con dos sustancias plastificantes que se utilizan para que el cigarrillo mantenga esa forma cilíndrica que le conocemos.
La Ley General de Control del Tabaco Nº 9028, le asigna a las municipalidades la responsabilidad de limpiar los puntos de las aceras en las que se acumulan más residuos de este tipo, producto de quienes fuman fuera de negocios como bares y restaurantes, así como en las afueras de empresas.
La ciudad está más sucia, ya que la gente deja ahí las colillas que antes dejaba en ceniceros. Muchos países tienen leyes que obligan a los dueños de negocios a que coloquen ceniceros fijos que deben ser vaciados para limpiarlos. Además, hacen campañas para que la gente no tire las colillas en el suelo, sino que las deposite.
Lo ideal es depositar las colillas en recipientes de basura y no en maceteros, caños o aceras. En Costa Rica no existen todavía programas de reutilización, pero en otros países sí se han venido desarrollando campañas para darles un uso a estos residuos, o motivar su correcto depósito.
Como podemos advertir, el fumar no sólo acarrea el problema del humo, sino que también genera daños colaterales al medio ambiente.
Se observó que con la promulgación de la Ley General de Control de Tabaco y sus efectos nocivos en la Salud No. 9028, la prohibición de fumar en bares y restaurantes ha dejado huellas muy reconocibles en establecimientos que antes recibían en una bruma permanente y ahora lo hacen libres de humo, pero existen regueros de colillas a la puerta de locales de ocio o centros públicos.
Se observa que con el poco tiempo de implantarse la ley, el número de colillas en las calles se ha incrementado en un 50%. Es necesario poner en marcha una campaña para paliar el incremento de estos residuos, la ley tiene pocas semanas de vigencias y aún no se han instalado los ceniceros para dicho fin.
Ni los empresarios y menos los gobiernos municipales han generado iniciativa alguna en la instalación de ceniceros en los espacios públicos (plazas y parques), bares o centros privados. Por las calles faltan ceniceros, ahí es donde las municipalidades deben trabajar ahora, aunque no podrá instalar uno a la entrada de cada bar, por ello demanda la colaboración de otras instancias y de los empresarios.
Se infiere que el gobierno municipal debe dar las posibilidades para que los fumadores no tengan excusa para no depositar bien las colillas, por eso se hace necesario adaptar los ceniceros para recoger estos residuos.
Se debe desarrollar un proyecto para recoger las colillas y la ceniza que los ciudadanos depositen en los ceniceros públicos para que luego sean tratados y no acaben junto al resto de la basura en vertederos e incineradoras, donde las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera son muy elevadas.
En la planta de reciclaje los residuos de los cigarrillos se esterilizan para eliminar toxinas y demás sustancias biocontaminantes y posteriormente, se trituran. A partir de aquí, nacen nuevas posibilidades para estos residuos como materia prima en la producción de materiales: el tabaco y la ceniza se pueden utilizar como fertilizantes y abonos naturales aplicables en la agricultura, el papel puede generar nuevos papel o cartón reciclado y el filtro, como plástico de uso industrial para fabricar tapas de bolígrafos o embalajes.
El objetivo es concienciar a los fumadores del gran impacto que tienen los residuos de tabaco en el medio ambiente y al mismo tiempo, educar a la población en la costumbre de deshacerse de las colillas en los ceniceros y no en la vía pública para fomentar un consumo responsable. Además, el reciclaje de colillas tiene un plus verde: se reduce el uso de recursos naturales y se agilizan los costos procesos de producción para extraer los residuos contaminantes.
Ceniceros no son sólo un accesorio de lujo para los fumadores que gustan de fumar, es una necesidad. Muchas personas suelen tener en cuenta la compra de encendedores de butano y boquillas para cigarros. Sin embargo, algo que mucha gente olvida a menudo es conseguir los ceniceros de sus cigarros. Irónicamente, diferentes ceniceros suelen jugar un papel importante para garantizar que todas las cenizas producidas cuando son recogidos y eliminados de la forma correcta de fumar.
Lo ideal sería que un buen cenicero debe ser capaz de proporcionar servicios de calidad y al mismo tiempo ser capaz de mezclarse bien en cualquier área que se coloque y se permita conseguir a un precio asequible.
Propuesta:
Establecer áreas para recolectar las colillas de cigarro, lo cual permita disminuir el impacto ambiental y visual que se produce todos los días en los cantones a nivel nacional.
Beneficios:
Ante la falta de claridad en la normativa municipal y poder establecer áreas efectivas de recolección de colillas, se disminuye la cantidad que son desechadas en la vía pública y se evita la contaminación a los cuerpos de agua debido al arrastre superficial.
Crear un espacio para el acopio del residuo las colillas de cigarro, con el objetivo de no solo hacer la recolección sino poder trasladarlo a sitio donde se reciclen, para poder generar una fuente empleo y de ingresos a las familias que lo recolecten.
Poder establecer una política para tratar el desecho de las colillas de cigarro, para evitar la contaminación de los cantones.