La embriaguez del pensamiento
- Bernal Arce

- 20 sept
- 3 Min. de lectura
Elogio del adjetivo
Jacques Sagot
Ahora, amigos, una breve reflexión sobre la imprescindibilidad del adjetivo en la producción de significado.
Hay escritores que no convocan cuatro palabras cuando pueda usar tres, ni tres cuando pueda usar dos. Su trabajo es un apretado, sintético complejo verbal, un ejercicio supremo de concisión y economía –y en ello se asemeja misteriosamente a la poesía–. Si fuesen directores técnicos de un equipo de fútbol, jugarían al catenaccio (candado, cerrojo): estilo minimalista, que logra un máximo de eficacia movilizando la menor cantidad concebible de recursos. Muy bien. Chapeau. Pero este laconismo es únicamente loable cuando es el resultado de un proceso consciente y riguroso de dépouillement, de depuramiento. El extranjero, de Camus, está concebido de manera telegráfica, y nada podría ser tan estremecedor. Pero la economía verbal solo merece nuestro aplauso cuando es una elección, no una fatalidad. Hay menesterosos, indigentes lingüísticos que cultivan una estética - estítica, por el mero hecho de que su acervo léxico es exiguo. Es muy fácil, pretenderse “económico” cuando se carece de capital para el fasto y la suntuosidad. La escritura de Camus supone haber ido y vuelto de la aventura lingüística. Conoció los más exuberantes litorales, y prefirió afincarse en un paisaje austero. No es el caso de esos constipados literarios, scrooges de la palabra, que quisieran hacer pasar su pauperidad léxica por sobriedad estilística. Cuando me preguntan por qué cultivo un estilo gótico, profuso, sobre-adjetivado y ricamente texturado, me limito a responder: “porque puedo”.
Declaro públicamente mi amor por el adjetivo. El mundo vive en el culto supersticioso del sustantivo: ¡prohibido adjetivar! Inútil, por lo pronto, desarrollar el tema de todo cuanto de avaricia, estreñimiento y cicatería literaria revela esta sanción, en tanto que correlato de un mundo economicista, regido por el principio del ahorro, el minimalismo y la obsesión sinóptica (mínima inversión para un máximo de réditos: “sacarle petróleo” a un sustantivo, antes que ataviarlo de adjetivos). El fetichismo sustantivo nos viene de mucho más atrás. Es lastre lingüístico de la cosmovisión de Aristóteles: la sustancia (el sustantivo) tendría autonomía ontológica, mientras que el accidente (el adjetivo) sólo podría encarnarse en el sustantivo, y sería inconcebible sin él: “Accidente se dice de lo que se encuentra en un ser y puede afirmarse con verdad, pero que no es, sin embargo, ni necesario ni ordinario”... “El accidente se produce, existe, pero no tiene la causa en sí mismo, y solo existe en virtud de otra cosa” (Metafísica, libro V, 30). Así pues, si yo digo “caballo”, no hay problema. Cuando lo califico como “blanco”, “altivo” y “salvaje” comienzo ya a derivar hacia esa dimensión del ser que solo podría ser parasitaria, supletoria, adventicia. El “caballo” es una “cosa en sí”, una causa sui, mientras que “blanco”, “altivo” y “salvaje” no pueden existir si no es adheridos al equino, limitándose a calificarlo (“blancura”, “altivez” y “salvajismo” serían ontológicamente necesarios –no contingentes–, pero únicamente en tanto que adjetivos sustantivados o absolutos). Jamás he creído tal cosa. No existe, el “proto-caballo” arquetípico, esencial, desencarnado. Quítenle al caballo su blancura, altivez, salvajismo –y todo otro epíteto– y verán cómo se va vaciando, esfumando, desustanciando, hasta quedar convertido en un ectoplasma. El adjetivo es constitutivo del sustantivo: lo visibiliza, lo funda, lo instituye. La dictatorial purga adjetival a que hemos sido sometidos es, simplemente, una expresión más del totalitarismo de la mediocridad: quien no tenga un repertorio de adjetivos suficientemente rico, correrá a declararlos más o menos superfluos o peor aún: antihigiénicos. La menesterosidad, la indigencia léxica, que se disfraza de preceptora. Cómprense un diccionario, manga de cretinos, y no me impongan su “austeridad formal”: es una declaratoria de guerra frontal e implacable.






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