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La embriaguez del pensamiento

Foto del escritor: Bernal ArceBernal Arce

Reses para el matadero


Jacques Sagot




Sigo adelante, “vox clamantis in deserto”, con mi cruzada en pro de los valores que posibilitan la sensibilidad, la cultura y la inteligencia.  Es un rol que me sienta bien, y he terminado por disfrutarlo.


El primer concurso de belleza moderno fue realizado en Estados Unidos por P. T. Barnum, dueño del Barnum and Bailey Circus.  Se le ocurrió la idea en 1854, pero su concurso fue cancelado por las protestas populares: anteriormente había realizado concursos de perros, bebés y aves.  Ya resulta significativo que estas degradantes y vergonzosas pasarelas nacieran entre carpas de circo: el ámbito por excelencia de los “freaks”: enanos, gigantes, jorobados, microcéfalos, siameses, seres afectos del síndrome de Proteus (el padecimiento de Joseph Merrick, “el hombre elefante”). 


“Miss America” fue el primer concurso de belleza del siglo XX.  Tuvo lugar en Atlantic City, en 1921.  El evento incluyó eliminatorias preliminares, una competición de trajes de noche, espectáculos musicales y un jurado.  Sin embargo, continuó siendo criticado por la sociedad en general.  Los concursos no se convirtieron en lo que son actualmente hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando las “reinas de belleza” fueron reclutadas para vender bonos y entretener a las tropas.  Las becas y las competencias de talentos comenzaron a puntuar las historias y las personalidades de las participantes. 


Otros concursos importantes incluyen las competencias de “Miss Mundo” (fundado por Eric Morley en 1951), “Miss Universo (fundado en 1952), “Miss international (fundado en 1960) y “Miss Tierra (fundado en 2001).  Estos certámenes son considerados los cuatro mayores, principales y más famosos concursos de belleza.


          No sé siquiera por dónde empezar a mencionar todo lo que de nefasto hay en estos torvos ritos, secreciones viscosas y pestilentes de lo peor del établissement patriarcal (una ideología) y, más específicamente, del machismo (una praxis social).  Basta con mencionar que Donald Trump ha estado vinculado de manera protagónica con estos esperpentos mediáticos para barruntar que nada bueno puede haber detrás de ellos.  En efecto, este papanatas ha sido propietario de los concursos “Miss USA”, “Miss Teen USA”, y “Miss Universe”.  También intentó apoderarse de “Miss World Competition” y, óigase bien, organizar la edición 2002 del concurso en Nigeria, país con una abundante población musulmana, ¡y durante el sagrado mes del Ramadán!  Esta estúpida provocación detonó rebeliones populares, con un saldo de 250 muertos.  Y todo porque Trump quería, costase lo que costase, apoderarse del concurso “Miss World”, rival de su “Miss Universe”.


     Estos vulgares y ostentosos eventos solo sirven para consolidar la visión que de la mujer ha tenido Occidente durante ocho milenios: “toto corpore mulieris”: todo en la mujer es cuerpo.  Un ser sin dimensión psíquica, espiritual o intelectual.  No más que un amasijo de bellas formas en movimiento.  Corporeidad pura, desertada por la inteligencia.  Una estetización malsana y reduccionista de la mujer.  Mujer destazada, desmembrada, como en una carnicería: asado de tira, aguja, bifes angostos, bifes anchos, bola de lomo, cima, colita de cuadril, cuadrada, cuadril, entraña, lomo, matambre, nalga, ossobuco, paleta, peceto, rosbif y vacío.


    Las culturas latinoamericanas, afectas todas de pigofilia (particularmente en Brasil) se decantarán por los cortes traseros, pero los estadounidenses, rezagados en la fase oral de su evolución psíquica, privilegiarán siempre los senos: es lo que se conoce como fetichismo de mamas: una parafilia más, ni mejor ni peor que la mayoría.  La ciencia ha creado ya una rama de estudio llamada, con toda formalidad, “tetología”, y estudia los senos femeninos desde todos los ángulos posible (médicos, pero también históricos y culturales). 


       La Venus de Willendorf es una estatuita paleolítica de once centímetros de altura, con senos extremadamente pródigos, que fue encontrada en una excavación arqueológica en 1908, cerca de Willendorf (Austria, sobre las márgenes del Danubio).  Data de unos 26 000 años antes de Cristo.  La vasta mayoría del “homo sapiens sapiens” (esto es, hombres que saben que saben) no ha evolucionado en lo absoluto, de esos machos del paleolítico que nos legaron tan simpática figura.  Los Estados Unidos es, en particular, el reino de las “boobs”, de las camisetas húmedas por el agua o la cerveza, donde se perciben, en todo su eréctil esplendor, los pezones femeninos.


    Pero si ya los concursos de belleza me parecen abyectos, los concursos de teenagers, de adolescentes me generan una impresión aún más devastadora.  ¡Y pensar que Trump está detrás de todo eso!


  Y de ahí seguimos bajando, hasta esa redomada imbecilidad que son los concursos para niñas…  Parte de la aberración que mencioné algunas páginas atrás: la tendencia a tratar a los niños como adultos, y a los adultos como niños.  Recuerdo con dolor el episodio de “Los Simpsons” en que Lisa, contra todas sus convicciones, es elegida reina de la belleza infantil de Springfield.  Pero los patrocinadores exigían que hiciera la apología de los cigarrillos Laramie, cosa que Lisa valientemente rehúsa.  Los organizadores proceden entonces a defenestrarla y le dan la corona a otra niña, con el pretexto de cualquier superfluo tecnicismo.  Estos concursos de belleza para niñas son la recompensa, el incentivo, el premio que los países les confieren a los pedófilos todos del mundo, por sus indudablemente nobles aportes a la humanidad.  Son un sinsentido.  Poner a una niña a adoptar las poses seductoras, los bandazos de cadera a estribor y a babor, las miradas y los gestos salaces de una adulta me parece el acmé de la vesania. 


      Por supuesto, como todos sabemos, las preguntas que el sonrojado animador les formula a las finalistas no tardan en convertirse en chistes de circulación universal…  Pobrecitas, ellas no tienen la culpa de no ser precisamente Simone de Beauvoir, pero por una cuestión de misericordia elemental los organizadores deberían eximirlas de esta prueba, a fin de que no se conviertan en “Miss Hazmerreír Universal”.


         A modo de ilustración, cito la egregia respuesta dada por una de estas deidades paganas, concursante al certamen “Miss Universo”: “Yo creo que los hombres y las mujeres debemos ser tratadas igual por la sociedad, y al revés y al derecho también, inversamente y recíprocamente, es decir, en una dirección como en la otra y correspondientemente, de manera simétrica y asimétrica, para los dos lados”.  Sí, era perentorio que la Real Academia de la Lengua Española aprobara el uso de las palabras “cantinflear”, “cantinflesco” y “cantinflada”.


        Es falso que una reina de belleza pueda representar y fungir como embajadora de su país: no es más que una mujer pasablemente bella.  A guisa de embajadoras manden al exterior a nuestras poetas, novelistas, dramaturgas, artistas plásticas, bailarinas con sus troupes, actrices, cineastas, investigadoras, ecologistas, físicas cuánticas, neurobiólogas, ingenieras informáticas, líderes políticas de altos vuelos… esas sí merecen nuestro apoyo, ellas son lo mejor que al día de hoy tiene el país, ellas deberían ser las niñas mimadas de la sociedad.  Una bonita sonrisa, un camanance son regalitos ínfimos del alea.  Un doctorado en neurociencia o en física cuántica, una buena novela, un poemario quizás inmortal… es ahí donde deberíamos estar poniendo nuestras fichas y nuestro dinero.  Yo sé que vivimos en un mundo vesánico y demencial, pero aun ese mundo tiene breves lapsos de lucidez: tratemos de darles el uso máximo, y extraer de ellos algunas sensatas decisiones.


          Y un último pensamiento.  Se lo dedico a una de las más grandes mentes que la humanidad ha producido.  Me refiero a Hipatia de Alejandría.  Era filósofa neoplatónica, del linaje de Plotino, destacada astrónoma (inventó el densímetro y mejoró considerablemente el astrolabio), brillante matemática (especialmente en las áreas de la aritmética, el álgebra y la geometría) y profesora venerada por sus alumnos.  También le gustaba profundizar con sus discípulos los temas de la ética y la religión.  Y bueno, sucedió lo inevitable en aquellos tiempos: la acusaron de brujería, y en el mes de marzo de 345 después de Cristo, una horda de cristianos fanáticos la arrancó a su carruaje, la desnudó, la asesinó con pedazos de cerámica, y después quemó los restos de su cuerpo desmembrado.  Se dice que era una mujer de gran belleza.  Esta ha sido, poco más o menos, la historia de toda mujer brillante que el mundo ha producido desde entonces.

 

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