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Foto del escritorBernal Arce

La embriaguez del pensamiento

MUSA AGASAJADA


Jacques Sagot





Te escribo con el único propósito de que me leas una y otra vez, cualquiera que sea la latitud del ser en que te encuentres.  Para que mi ausencia-presencia se te torne sensible, densa, respirable como la neblina.  Para que no decretes mi muerte a través del olvido.  Para eso te escribo.  No te engañes, que no hay otra razón.  Me leerás, sí, y te ocuparé a través de la palabra, te inficionaré como un veneno, te habitaré como el precarista del corazón que soy.  De tu alma haré un asilo, de tus ojos una fortaleza inexpugnable, de tu pensamiento la única morada donde habré de beber, y reposar, y llorar hasta quedarme dormido.

Te escribo para que me eches de menos.  Para que experimentes la nostalgia de mi persona con creciente intensidad, para que no me destierres de tu ser.  Egoísmo puro.  Del peor que sea dable imaginar.  Soy de los visitantes que llegan para quedarse.  Con valijas, muebles y todo.  No he venido a pasearme por tu ser con visa de turista.  Seré residente de tu alma o me iré hoy mismo, sinsiquiera llevarme una tarjeta postal de tus bellos ojos.  Por extraño que te parezca, guardaré tan solo el recuerdo de aquellas comarcas que nunca recorrí, las que tan solo adivino, las que alcanzo apenas a vislumbrar.  Ahí te dejo ese desvarío, para que lo medites con detenimiento.

 

¿Te asustan mis delirios?  No temas, que la palabra es traviesa, y juega, juega, juega…  A propósito de juegos, ayer te envié tres galeones llenos de insólitos cargamentos.  Veleros bergantines eran, como el de Espronceda, con avezadísima tripulación y experimentado capitán, firme la mano sobre el timón, fija la mirada en las estrellas.  Aparejaron hacia ti con velamen desplegado a sotavento y cien cañones sobre borda.  Van de camino, preñados de sueños.  Vuelan-navegan a una velocidad de ciento veinte nudos por hora, y si mis cálculos son correctos, deberían avizorar el litoral de tus ojos al despuntar el día.  Acógelos en el puerto de tu alma con esclusas abiertas y miles de pañuelos celebrando su llegada.  La tripulación va sin duda exhausta y necesitará reposar a la sombra de tus fragantes ensenadas.

Los tesoros todos del reino te son ofrendados por estos devotos emisarios.  El prime bajel va lleno de sonrisas.  El segundo va lleno de epifanías aún inéditas.  El tercero… el tercero trae un cargamento clandestino.  Lo más entrañable y preciado del reino está en él, pero bien me guardaré de decirte de qué se trata.  Obsequios deliciosamente peligrosos, que habrás de hacer pasar subrepticiamente a través de los controles aduaneros de tu corazón.

Los dos primeros navíos escoltan al tercero; los blasones de este último ondean mucho más alto, y sobre el mascarón de proa va grabado en oro repujado el escudo de armas del reino.  Y refrena tu curiosidad, que no estoy autorizado a decirte qué es lo que transporta.  Déjalos tan solo llegar, y gozar de “todo cuanto en ti hay de hospitalario”.  Un pequeño, súbito estremecimiento de tu ser te dirá que ya llegaron, y que la tripulación espera tu señal para bajar a tierra.  Entonces, solo entonces, podrán quizás mis navegantes reaprender el aroma de los vergeles y el olvidado gesto de la ternura.

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