top of page

La embriaguez del pensamiento

Actualizado: 10 jun

CORTINAS


Jacques Sagot




Ningún acto es banal, ninguno.  La banalidad no es sino la realidad degradada por la inatención, la indiferencia, la falta de curiosidad.  Durante muchos años no logré precisar por qué al cerrar cada noche las cortinas de mi casa una vaga, indefinible angustia se enseñoreaba de mí.  Y un día cualquiera el malaise se tornó demasiado vívido como para que pudiera seguir ignorándolo.  

 

Cerrar una ventana es matar el mundo.  No es sin trepidación profunda del alma que ejecuto, con el advenimiento de las sombras, este acto ritual.  Toda cortina que se cierra es un telón que cae, el fin de una consuetudinaria comedia.  El desplomarse de las pesadas colgaduras; el silente, ominoso vaivén de ahorcado que persiste durante varios segundos, tan pronto las libero de las correas de tela que las mantienen recogidas; el casi imperceptible silbido de los pliegues de damasco, el súbito cambio lumínico que sobre el interior de la estancia proyectan…


Ha caído la cortina telón.  Con ella muere el día, muere la luz, muere esta hora de mi vida, que se repliega ahora sobre sí misma y se convierte en interioridad pura.  Se apagan los ojos de la vieja casona: pronto se apagarán también los míos.  Todo párpado ha de cerrarse.  El gran ojo ígneo del sol, las vacías cuencas de mi casa, estas pupilas mías que ya se extinguen…  El sueño viene soplando cirios y borrando las trazas que la vida deja sobre la arena del tiempo.

 

Vuelven a vaciarse las graderías del gran theatrum mundi.  ¿Fue la vida una comedia, una tragedia, un sainete, una parodia, una caricatura, un vaudeville, una pieza del absurdo, un sainete, un melodrama, una pantomima, una tragicomedia, mero teatro experimental?  No lo sé.  De todo un poco, supongo, aunque el telón final siempre se cierra sobre un rumor de lágrimas y de gemidos que aun las estrellas y el más frívolo de los cometas se detienen a escuchar.

 

La noche misma no es sino una enorme cortina en la que el mundo se arrebuja sereno para dormir. A menos de que sea una negra mortaja, un sudario sedoso, inimaginablemente terso, a través de cuyos pequeños orificios brilla la luz de las estrellas.  Ahí va el funéreo lienzo, cobijando el mundo, haciendo que la luz se bata en retirada, y apagando por doquier sonrisas y conciencias.

 

Hoy he cerrado una vez más las cortinas de mi cuarto.  Hoy he vuelto a asesinar al mundo.  Hoy, por vez primera, ejecuto la maniobra con gesto litúrgico y con la absoluta conciencia de estar oficiando la íntima ceremonia del adiós.


92 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


bottom of page