Democracia enferma
Jacques Sagot
Algunos expresidentes pasarán a la historia por la cantidad y calidad de imbecilidades que profirieron durante sus mandatos. Tienen su lugar asegurado en el Parnaso de los oradores ineptos George W. Bush, Donald Trump, Enrique Peña Nieto, Mariano Rajoy, José María Aznar, Nicolás Maduro, Hugo Chávez y Daniel Ortega. La competencia entre ellos es ardua, apretada. Realmente, es difícil determinar quién es el campeón. Yo no sería capaz, honestamente, de darle el cetro mundial a ninguno de ellos. Pero uno a quien no le hemos dado adecuada cobertura es a George W. Bush. Por una cuestión de equidad, "we will give him the floor".
“Nuestros enemigos son innovadores y tienen recursos, y nosotros también. No dejan de pensar nunca en nuevas maneras de hacer daño a nuestro país y a nuestra gente, y nosotros tampoco”.
“Yo sé lo que creo. Seguiré expresando lo que creo y en lo que creo. Creo que lo que creo”.
“Presidente Cardoso: ¿en Brasil también tienen negros?”
“A lo largo de los últimos ciento cincuenta años, Japón y los Estados Unidos han formado una de las alianzas más duraderas de los tiempos modernos”.
“Es Dios quien habla a través de mí. De otra forma no podría yo hacer mi trabajo”.
“Quiero que sepan: cuando hablo de la guerra en realidad estoy hablando de la paz”.
“Recibí un país en recesión, y ahora me apresto a entregar un país en recesión”.
“La mayoría de nuestras importaciones viene de fuera del país”.
“Marte está esencialmente en la misma órbita... Marte está más o menos a la misma distancia del Sol, lo que es muy importante. Nosotros tenemos fotos donde existen canales, pensamos que es agua. Si hay agua, eso significa que hay oxígeno. Si hay oxígeno, significa que podemos respirar”.
“El Holocausto fue un período obsceno en la Historia de nuestra nación. Quiero decir, en la Historia de este siglo. Pero todos vivimos en este siglo. Yo no viví en este siglo”.
“Un número bajo de votantes es indicador de que menos personas están yendo a votar”.
“Es tiempo para la raza humana de entrar en el sistema solar”.
“Demasiados buenos doctores están abandonando su profesión. Muchos ginecólogos ya no pueden practicar su amor con las mujeres de este país”.
“Nosotros tenemos un firme compromiso con la OTAN. Nosotros formamos parte de la OTAN. Nosotros tenemos un firme compromiso con Europa. Nosotros formamos parte de Europa”.
“No contestaré preguntas en francés, inglés, o mejicano”.
“Estamos en el mes de la Preservación. Es buena, la preservación. Es lo que hay que hacer cuando uno se lanza de presidente: preservar”. (Dicho en el mes “de la Perseverancia”).
“El problema de los franceses es que no tienen una palabra para entrepreneur”.
“África es un país muy enfermo”.
“No es la contaminación la que amenaza el medio ambiente, sino la impureza del agua y del aire”.
“Estoy atento no solo a preservar el poder ejecutivo para mí, sino también para mis predecesores”.
“Creo que el matrimonio gay debería de ser entre un hombre y una mujer”.
“Queremos que cualquiera que sea capaz de encontrar un trabajo, sea capaz de encontrar un trabajo”.
“Sé que los peces y los humanos serán capaces de coexistir en paz”.
“He hablado con el nuevo presidente de México, Vicente Fox, para que me deje enviar petróleo a los Estados Unidos. Así nuestro país no tendrá que importar petróleo del extranjero”.
“Creo que vamos irreversiblemente hacia la libertad y la paz. Pero eso puede cambiar.”
“Esa periodista dice que yo soy disléxico. ¿Cómo lo sabe, si nunca nos hemos sentado a hablar?” (Como dicen en Costa Rica: “¡qué pecadito más negro!”)
Y bástenos con este granado florilegio de lindezas proferidas por George W. Bush. Realmente, creo que los votantes suelen desconocer el nivel de ignorancia y la falta de cultura de aquellos a quienes dan su sufragio. Como candidatos, se limitan a repetir eslóganes, frases hechas, locus communis de la política, pero nunca abordan temas en los cuales su nivel cultural pueda ser realmente testado. Los debates no son otra cosa que fatigosos cacareos en torno a las finanzas, la banca, la crisis fiscal, los impuestos, la necesidad de reactivación económica del país, el impuesto sobre el valor agregado, el producto interno bruto, el ingreso per capita, la reforma fiscal, la corrupción, los préstamos al Fondo Monetario Internacional, los bonos europeos… Basura, basura y más basura.
Y, por desgracia, la ignorancia es una de esas cosas que no se pueden ocultar. Especialmente en el caso de una figura pública. Y es así como el mundo termina siendo desgobernado por cafres como George W. Bush (quien se jactaba de solo haber leído un libro en su vida: Tom Sawyer de Mark Twain).
Donald Trump, quien en toda su vaudevilliana administración no profirió una sola frase que no sea citable por su coeficiente de estupidez; un gorila, militarote armado y ominoso fascista como Jair Bolsonaro; un esperpento de la estofa de Milei, y luego los folclóricos Daniel Ortega, Hugo Chávez y Nicolás Maduro, de la izquierda pistolera y analfabeta del trópico húmedo. La falta de discernimiento de los votantes son indicadores de un nivel cultural paupérrimo y alarmante. El voto solo tiene significación cuando se emite desde una plataforma de información, educación y cultura considerables. De lo contrario es un despropósito, un ritual vacuo y –esto es lo peor de todo– peligroso.
Es imperativo revisar el significado de la palabra Democracia. Es un tema que Rousseau exploró in extenso. Cuando este pensador habla de la democracia, no alude al poder (kratos) en manos del pueblo (dēmos). Se refiere, antes bien, al poder en manos del pueblo, siempre y cuando el pueblo sea una colectividad ilustrada, informada, culta, provista de elementos de juicio para la valoración política, de la capacidad de sindéresis, esto es, la facultad que nos permite discenir el bien del mal. La democracia no es el ritual electoral consistente en entintarse un dedito y posarlo en la casilla desde la cual un señor nos sonríe mesiánica, seductora o paternalmente. Eso es el sufragio: un mero dispositivo, un mecanismo electoral.
La democracia es inconcebible sin la cultura. “Sed cultos para ser libres” –preconizó José Martí–. De nuevo: democracia no significa el poder del pueblo. Significa el poder de la razón del pueblo. La razón, eterna peregrina de la verdad, nos une. Las pasiones, en cambio, nos desunen. Los políticos azuzan las pasiones, justamente por cuanto estas obnubilan el juicio (cosa que a ellos les conviene). Sin el juicio, sin el razonamiento, sin el espíritu crítico, la democracia no solo es fútil, sino que puede convertirse en una fuerza terriblemente nociva: los pueblos incultos le darán el poder precisamente a aquellos déspotas que se convertirán en sus verdugos.
Evoco con vergüenza el debate presidencial de 2022, entre Rodrigo Chaves y José María Figueres. La bola de excremento iba y venía de un lado a otro de la mesa: uno le decía al otro “ladrón”, y este respondía llamando a su agraviador “abusador sexual”. No solo el debate cayó al nivel de las pasiones, sino, muy concretamente, de las más bajunas y arrabaleras pasiones. Nunca, nunca, nunca hubo espacio para la razón. Fue un pleito de cantina. Lo triste del caso es que eso le gusta a mucha gente. De nuevo: el juego consiste en llevarse la argumentación al terreno de las emociones primarias, de las vísceras, de la sangre, la llamada “falacia patética”, esto es, la falacia con la que el político punge el nervio expuesto de la emoción, de la ira, del pathos, y así le impide a la gente pensar. Los filósofos de la Antigüedad y buena parte de la Edad Media hablaban de cuatro temperamentos, provocados por sustancias específicas: la flema, la sangre, la bilis amarilla y la bilis negra. Ese fue un “debate” donde corrió pródiga la bilis negra: odio, execración, amargura, culpa, rabia, violencia.
La oclocracia (el poder de la turba en tanto que masa enfurecida y revoltosa) suele ser el resultado inevitable de décadas de demagogia y decepciones políticas. Desoigan los clamores de un pueblo, y tarde o temprano la dinamita hablará por él.
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