Un vulgar pleito de charral
Jacques Sagot
¡Cuán deplorable, cuán inelegante: una bronca de barriada entre el presidente Chaves y la contralora general de la república, Marta Acosta! ¡Mejenga, mejenga! El “síndrome de la pelea de gallos”. Cada cual con su barra, su torcida, sus vándalos y torcedores: “¡rómpale la madre, quiébrele el hocico, deshágale la jeta, déjelo sin dientes, gorréeselo y enséñele quién es aquí el “chief”! Diríase algo salido de “Titanes en el ring”, o de un espectaculillo mexicano de lucha libre: “Santo contra Blue Demon”, “Santo y Blue Demon contra Drácula y el Hombre Lobo”, “Pepito y Chabelo contra los monstruos”, “Viruta y Capulina contra las momias de Guanajuato”…
¡Cielo santo, cuán bajo hemos caído, de qué pestífera manera nos hemos encanallado! Con la misma saña con que los carajillos de ciertos colegios se trenzan en ritualizadas grescas para deleite de los demás compañeros (es un mal pandémico reciente en nuestro país), saltan al cuadrilátero estos dos egos hipertróficos, elefantiásicos, gargantuescos, para romperse la crisma uno al otro. Y la prensa, entretanto, extática: todo lo que sea bronca vende bien, es noticia rentable, genera réditos y debe ser objeto de minuciosísima cobertura.
Y luego, los apostadores: “Chaves va a ganar por knock out”; “no, la contralora le va a zampar una goleada al presidente”; “qué va: Chaves podrá ser un agresor y un maniático, pero sabe golpear por donde más duele: es cosa que nadie le quita”; “no, no, la vieja es bien plantada, es una hembra cabreada, y Chaves va a salir en camilla de esa colisión”; “sí, pero por mucho que la roca los tenga bien puestos, a papi no se le falta el respeto”; “total: declarémoslo empate técnico: cuando los dos boxeadores están con los ojos cerrados, lanzan puñetazos al aire, se abrazan entre sí para no caerse, se cuelgan de las cuerdas: sí, eso es: “empate técnico”.
Y ese tipo de efeméride es la que despierta la morbosa expectativa del costarricense, la que lo pega cual gasterópodo a la pantalla durante los espacios noticiosos, la que en el seno de una familia provoca silencio drástico para oír los más recientes desarrollos en torno al “Clash of the Titans”. El clásico Saprissa – la Liga. El Real Madrid contra el Barcelona. El Bayern Múnich contra el Borussia Dortmund. El Boca Juniors contra el River Plate. El Fluminense contra el Flamengo (el tradicional “Fla – Flu”). Todo tenemos que concebirlo como configuración binaria, como dualidad, como competencia, como colisión de fuerzas, como pleito de cantina. Es cosa que llevamos en nuestro ADN: nos euforiza, nos hace tomar bando fanáticamente, nos hace delirar, rabiar, lanzar improperios, brincar sobre el sofá, mesarnos los cabellos, rasgarnos las vestiduras… Una concepción esencialmente deportiva de la política. La política enchusmada, pebeyizada, degenerada, que repta al nivel de los caños y las alcantarillas.
¡Chaves contra Acosta, en vivo y a todo color: no se lo pierda! ¡Ah, la cultura “del espectáculo”, esa que tan severamente diagnosticó y criticó Guy Debord en su insuperable libro de 1967! Luego Vargas Llosa plagió la idea en su opúsculo La Sociedad del Espectáculo, de 2013. El periodismo transforma todo en espectáculo, en circo romano, en francachela mediática, en redondel para corridas de toros, debidamente tapizado de estiércol, fango, saliva, orines, sudor, sangre, y una manga de desarrapados que entre esa bazofia corren a los revolcones. ¡Y ese es el gran entretenimiento navideño de los costarricenses, el anual rito de la pachuquería, la imbecilidad, el abuso a los animales, la degradación del ser humano a cuadrúpedo bicorne!
Y ahora hemos echado al redondel a Rodrigo y Marta. ¿Quién toreará a quién? ¡No se lo pierda, en vivo por Telecaca canal X, desde el lugar de los hechos! “Chaves versus Acosta”: “The rumble in the jungle” (denominación que se le dio a la pelea Muhammad Alí – George Foreman, celebrada en Zaire, en 1974). Chaves con su “ultra” de feroces troles y ministros abocados a la tarea de bombardear en las redes a todo aquel que objete el menor de sus gestos, y Acosta con su “furia” o su “doce” de feministas talibanescas posicionadas en actitud de choque, de ariete, de proa rompehielos. ¡La Guerra de Troya, los Siete contra Tebas, las Guerras Médicas, la Batalla de las Termópilas, la Guerra del Peloponeso! La Batalla de los Titanes, también conocida como la Titanomaquia, el conflicto legendario en la mitología griega que enfrentó a los Titanes, los dioses del mundo antiguo, contra los olímpicos, liderados por Zeus. Los Titanes eran hijos de las deidades primordiales, Urano y Gea, y eran considerados poderosos e inmortales. En la otra esquina estaban Los Olímpicos, hijos de Cronos y Rea, y alabados como los nuevos dioses del mundo. Heracles contra Alcioneo en versión folclórica, lujuriosamente ambientada en el trópico húmedo: la gigantomaquia criolla. Que llamen a Lencho Salazar, para que le ponga música a esta portentosa epopeya, esta saga épica a nivel de bananales, cafetales, cañales y sembradíos de piña tóxicamente fertirrigados… con algunas cuadras de alumbrado eléctrico (¡hemos de sentirnos orondos por tal cosa!).
La Hidra de Lernos (un solo cuerpo con mil cabezas) de los periodistas pulula, hierve, hormiguea, prolifera como por ensalmo. Vienen de allá hacia acá, van de acá hacia allá, agitados, frenéticos, exaltados, dándole cobertura al cirquillo de charral en el que los dos comediantes van a trenzarse. La favorita parece ser la contralora, porque asume conscientemente, de manera fabricada, perfectamente calculada, el rol de David contra Goliat, del “underdog”, de la insurrecta, de la valerosa e irreverente funcionaria que osó imponerle sus reglas del juego a nuestro Napoleón Bonaparte en versión Concacaf. Como telón de fondo, los bananitos y cafetitos que nunca pueden faltar en esta rupestre finca bochornosa, húmeda, sofocante, apenas buena para los sapos, culebras, cocodrilos, los virus, bacterias, gérmenes, hongos, y todo lo que prospera en la marisma: la mezcla de calor tórrido con lluvias macondianas. ¡Será un combate “exótico”, “ultramarino”, “tribal”, “aborigen”!
¡Cuánta vulgaridad, cuánta zafiedad, cuánta degradación, con el único propósito de ser “the talk of the town”, “el sabor de la semana”…! Y subsumirse de inmediato en el más irreversible olvido en cuestión de meses. Ahí vendrán otros camorreros, payasitos, “entertainers”, ventrílocuos, arlequines, mimos y dúos cómicos que tomen el relevo de eso que llamamos “opinión pública” y que, justamente, expone el problema de fondo de estos insulsos y decadentes carnavalillos de la “mass media”: las opiniones son lo menos importante de nuestras vidas, de nuestras conciencias, de nuestros seres. Hablemos de convicciones: eso es otra cosa, eso revela otro nivel de conciencia, eso está hecho de experiencias vivenciales, testimoniales, hondamente enraizadas en nuestro ser. ¿Qué somos, “in fine”, los seres humanos? Justamente ese remanente, ese núcleo irreductible que queda de nosotros después de quitar toda la broza, la maleza y los calandrajos de la “ideología”, las “opiniones”, las “militancias”, las “religiones” los eslóganes y los gritos guerreros. Esa parte de nuestro ser suele estar tan cubierta de basura, que nadie parece percatarse de que en ella tenemos el verdadero eje y la raigambre profunda de nuestra persona.
Así que vaya ya comprando sus tiquetes, amigo lector. Sol o sombra, a su guisa. Todo sea antes que perderse este combate: ¡promete sangre, vísceras, trepanaciones, evisceraciones, desmembramientos, gritos, zarpazos, patadas! Aun cuando no llegásemos a tan primario nivel, recuerden la acertada reflexión de Machado: “El ser humano es el único animal que embiste con la razón”. Nuestros “cuernos” son las palabras, las falacias, los insultos, la ironía, el sarcasmo, la chota, los golpes bajos verbales, todo lo que hará ponerse de pie a la galería de los primates vociferantes que asistirán al pleito de gallos.
¡Vamos cayendo en barrena, en materia de dignidad, respeto, autoestima, capacidad de sonrojo, aristocracia del espíritu! Nuestras almas se han hecho chuscas, cerriles, barriobajeras, groseras… Don Quijote ha muerto: ahora vivimos bajo la dictadura de Sancho Panza (y ni siquiera eso, pues este sencillo labrador era un hombre carente de luces, de sofisticación, pero esencialmente noble y leal). No sé cómo calificar nuestro momento histórico. El totalitarismo del "vulgus pecum". Como diría Victor Hugo, “¿Con qué nombre nombrarte, hora turbia en la que somos?” El poeta no dice “en la que vivimos”, sino “en la que somos”. Porque somos nuestro tiempo, nuestra era, nuestro momento histórico. Para hablar orteguianamente, somos nuestra circunstancia. Evoco a Beto Cañas: “Hemos sido invadidos por la gradería de sol”. Pero ya el otrora certero diagnóstico social de Beto ha quedado rezagado. Ahora estamos en manos de las barras bravas, de las maras del pensamiento, de las hordas de pachucos ignorantes y orgullosos de serlo (un espécimen de reciente aparición en nuestra sociedad). Otrora, las iglesias, los monasterios y las primeras universidades de que el mundo guarda memoria, protegieron el legado del clasicismo greco-romano de los vándalos del norte y el este. Hoy en día, esas mismas instituciones cambian de bando, y nos entregan en manos de los modernos bárbaros. El pachuco es objeto de sesudísimos estudios universitarios, ha generado ya un diccionario, y es definido como “un sociolecto popular urbano merecedor de estudio e investigación”. ¿Qué responder a esta traición por parte de nuestros templos del saber? Miles de cosas. Pero para no lastrar este texto con mis argumentos, me limitaré a mencionar que hay, al día de hoy, intelectuales de inmensa prosapia que analizan y critican acerbamente este tipo de posturas concesivas, alcahuetes, seudo-democratizantes y seudo-ecumenistas, que, procurando ser inclusivas, terminan derrapando hacia la exclusión social. Del filósofo francés Alain Finkielkraut recomiendo sus libros “La derrota del pensamiento” (1987) y “La humanidad perdida” (1996). Del también pensador francés Gilles Lipovetski, les propongo “La era del vacío” (1983), y “El imperio de lo efímero” (1987). Ellos critican y desmantelan lo que yo aquí fustigo con un arsenal teórico a todas luces insuficiente. Que den ellos la batalla por mí. Yo me declaro extenuado y decincentivado, de tanto predicar en el desierto, chocar con la muralla granítica de la imbecilidad institucionalizada y ahora apuntalada por nuestras universidades. En toda Latinoamérica solo La Universidad de Sao Paulo consigue colarse en la lista de las 200 mejores almas mater del mundo, ¡y está en último lugar de la nómina: que eso nos dé una idea del nivel de nuestra “intelligentsia” cafetera!).
¿Irá Chaves a aplicarle a Acosta el “piquete de ojos”? ¿Responderá esta quizás con una “tijera cruzada”? ¿Y qué tal si Chaves riposta con un candado chino o una patada voladora? ¿Y si Acosta lo atacara con el célebre golpe de codo, “el cortito”, de Martín Kadaragián? Veremos, veremos. ¡Nuestros locutores deportivos se aclaran ya las gargantas… esto hay que verlo: será uno de los hitos históricos señeros de nuestro cafetal!
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