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La embriaguez del pensamiento


Televisión degradante, infecta, procaz, idiotizante


Jacques Sagot



Este es el tipo de nota que, tan pronto escrita, me suscita la irreprimible necesidad de lavarme las manos y desinfectar con alcohol el teclado de la computadora.  Caso cerrado (abreviado CC) es un programa de televisión transmitido desde el 2 de abril de 2001 por la cadena estadounidense Telemundo, cuyo formato se basa en la resolución de conflictos.  Su presentadora es la “doctora” en leyes cubana - estadounidense Ana María Polo.  El culmen, el pináculo, el acmé de la telebasura.  Y popularísimo, por supuesto, en particular entre la audiencia hispanoparlante de Florida, California y toda Latinoamérica.  Bazofia, bazofia, bazofia… sigo preguntándome cómo es posible que los hercios y las ondas electromagnéticas satelitales no hayan organizado una huelga, hartas de ser vehículo de este excrementicio material televisivo. 

 

        Una vieja vulgar, autoritarista –y en sus momentos cursi y “maternal”– recibe y dirime en escena los más obscenos, ofensivos, chuscos e impúdicos conflictos, de pareja la mayoría, pero muchos otros ligados a diversos espacios de las relaciones personales.  Los invitados son criaturas subhumanas y subnormales, con evidentes limitaciones de alocución, de autocontrol, de atención, de diálogo, de uso del idioma “español”), de impudicia, de exhibicionismo, de histeria, de codicia… de todo cuanto es vil y degradante en la especie humana.  El espectáculo alcanza momentos de vulgaridad y de violencia psicológica, verbal y física que resultan difíciles de digerir, aun por espectadores habituados a las porquerías que diariamente nos receta Hollywood, donde sexo, drogas, balas, explosiones y persecución de carros son componentes retóricos infaltables. 

 

        El programilla representa una ofensa y una humillación tácita para todos los inmigrantes hispanoparlantes radicados en los Estados Unidos.  Los exhibe como subdotados, imbéciles rabiosos, y seres de instintos viles y perversos.  Así no fuese más que por esta razón, debería estar prohibido.  Pero con veinte años al aire sigue siendo un programa inmensamente popular, parte imprescindible de la dieta de estupidez que la gente consume diariamente con no más que encender la televisión.  Algunos casos son reales, otros son montajes debidamente pautados y ensayados por actores profesionales.  Poco importa: todos son denigrantes y vergonzosos.  La “doctora” Polo –vedette del show– se prodiga asestando sobre su escritorio violentos martillazos y vociferando desde su tribuna.  La idea, por supuesto, no es nueva: los estadounidenses ya tenían a Judge Judy, cinco años anterior al refrito de la vieja Polo, pero el programa gringo no tenía ni remotamente el nivel de violencia ni convocaba elementos tan ostensiblemente ignorantes, incultos y violentos al show.

 

         En realidad, solo hay un programa que haya osado presentar casos humanos tan retorcidos y sonrojantes, desatando encontronazos físicos en el set: el Show de Jerry Springer, transmitido entre 1991 y 2018 con audiencias que sobrepasaban los seis millones de espectadores.  El programa fue creado para llenar el vacío de El Show de Phil Donahue, que se retiraba de la vida ante las cámaras.  En ese espacio vi a los querellantes (gente de ínfimo nivel social, económico y cultural) revolcarse por el suelo, trenzados en homicida furia mutua, vomitarse y orinarse unos a otros, mientras Jerry Springer glosaba sabiamente en torno a la naturaleza humana y las relaciones interpersonales.  Así que no he visto nada, en Caso Cerrado, que supere las atrocidades del Show de Jerry Springer (que dio origen incluso a una película de largometraje (1998).  Pero, por decir lo menos, las iguala.  Es la versión del ser humano más innoble, bestial e ignominiosa que yo he presenciado en la televisión.   Ver esa porquería no difiere en lo absoluto de hundir la cabeza en un retrete público.  Es llenarse el alma de excremento y micciones humanas diversas. 

 

         Quienes producen Caso Cerrado pecan de lesa humanidad.  Lesionan los espíritus, los intelectos, las sociedades y las culturas.  Por cierto que desde 2019 Springer creó un nuevo show llamado Judge Jerry, que compartió la ramplonería y obscenidad de su colega cubana.  Los casos que se llevan a los “tribunales” incluyen incesto, homicidios entre parientes, las más inimaginables estafas, el caso de un miserable que insiste en cortarse el pene porque el mundo entero le ha dicho que es muy pequeño, una suegra lesbiana que se acuesta con su igualmente homosexual nuera, para estupor del esposo, que intenta estrangular a su suegra y rival sentimental en pleno set (siempre hay un par de fortachones entrenados para desprender estos mortíferos abrazos de anacondas).  Por supuesto, no faltan un psicólogo, un criminólogo y un abogado que pueda ayudar con sus ñoñas opiniones a dirimir los tremebundos dilemas éticos y legales que la bruja Polo debe enfrentar. 

 

         Es profundamente trágico, que un espacio de estas características, una apoteosis de la morbosidad, del fisgoneo, del ser humano sufriente y carente del menor asomo de educación, se convierta en espectáculo para un circo romano de millones de espectadores en toda América.  Trágico, trágico, trágico, en el sentido más sombrío y hondo de la palabra.  Gente condicionada para consumir excremento, porque tal práctica es redituable para los dueños de las grandes cadenas de telebasura…  Esto es lo que en teología se conoce como “un pecado de absolución papal”.  Imbecilizar al prójimo.  Distorsionar quizás irremediablemente su visión del mundo (sobre todo si se trata de niños o adolescentes).  Hacer del dolor y la miseria un circo mediático.  Escoger a los especímenes humanos más grotescos, más carentes de armas intelectuales para defenderse, los más primarios y rupestres, y armar con ellos un pandemónium en escena… realmente, es en casos así donde la expresión “no tiene nombre” adquiere su plenitud semántica.

 

        Todos sabemos que el court drama es un género televisivo, cinematográfico y teatral sumamente popular (especialmente cuando hay un acusado que es inocente).  The music box, Witness for theprosecution, The verdict, Twelve angry men, The Paradine case, A few goodmen, Reversal of fortune, To kill a mokingbird, The man in the glass booth, The wrong man, Inherit the wind, Anatomy of a murder, en la pantalla grande; Perry Mason, Matlock, Petrocelli en la televisión, prueban una y otra vez que el género conocido como court drama sigue siendo inmensamente atractivo para el público.  Efectivamente, no pocas obras maestras han sido creadas en este ámbito, ideal para generar situaciones de altísima tensión dramática.  Pero entre estos opus y los mamarráchicos esperpentos de la vieja Polo y del abominable Jerry Springer hay una inmensa diferencia.  Estos últimos se han dedicado a los sexploitation dramas, a usufructuar de las más fangosas, tristes, degradantes situaciones humanas, poniendo en escena a personas a todas luces enfermas, desequilibradas, afectas de problemas cognitivos, niveles ínfimos de autoestima y serias patologías psíquicas.  Esto es mercadear con el dolor, y además embrutecer irremediablemente a la audiencia.  Para la Enciclopedia Universal de la Perversidad.

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