La embriaguez del pensamiento
- Bernal Arce

- 22 jul
- 2 Min. de lectura
¿Qué es la muerte?
Jacques Sagot
¡Morir podría ser tantas cosas! He aquí algunas conjeturas.
Un derecho.
Un privilegio.
Un alivio.
Una condena.
Una maldición.
Una bendición.
Un hecho biológico perfectamente banal.
Un tibio, sencillo albergue donde por fin podremos descansar.
Una inexorabilidad.
Una liberación.
Parte del proceso de des-organización, de entropía, de disgregación del universo.
Una esperanza.
Un fantasma.
Un agente constitutivo de la vida.
Un buen tema literario y filosófico.
Un espolón vital que nos mueve a la acción.
Un despertar.
Un dormir sin sueños ni derecho a cambiar de postura.
“Un poco profundo arroyo calumniado” (Mallarmé).
Una mera estadística.
Una hecatombe existencial.
“Despertar una mañana pura con tu barca amarrada a otra ribera” (Machado).
Un misterioso periplo.
La vida, que sigue viviéndose en otra dimensión del ser.
La cesación absoluta de la vida, la aniquilación integral, el Cero absoluto, eso de lo que, a semejanza del “no ser” de Parménides, solo se puede predicar que “no es”.
Volver a casa.
Una broma de pésimo gusto.
La reintegración de la gota de agua al océano, ese donde perderá su identidad de gota, pero subsumida y disuelta en el elemento que la contiene, ganará para sí la eternidad.
Resbalar hacia un trasmundo, un universo paralelo.
Una estafa para todos aquellos que han tenido fe en su dios y en la eternidad.
El telón final de nuestra tragicomedia, que cae en medio de lágrimas y sollozos.
“Le echan a uno tierra sobre la cabeza, y hela ahí, la eternidad” (Pascal).
Una comparecencia ante un tribunal presidido por tremebundo e inmisericorde Juez.
Lo que nosotros queremos que sea, esa dimensión, forma del ser o del no-ser que habremos alimentado con nuestra imaginación e invocado durante toda la vida.
Justamente, lo que más tememos que sea (el miedo es real porque la amenaza es real).
La más bella mujer del mundo.
Una trivialidad que acontece 107 veces cada minuto en todo el mundo.
Transformarnos en música, ese ars sine materia, esa especie de fantasma sonoro del que hablaba Proust.
Mamá.
Una decepción, la más irrisoria deflación de expectativas que habremos de experimentar.
Algo radicalmente diferente para cada ser humano.
Una mera y banal estadística.
Un reencuentro con todos los seres amados que hemos perdido.
La inmersión en el foco primordial de donde procede toda la belleza del universo.
Y esas son algunas de mis hipótesis. Todas las he considerado. Ninguna me parece absolutamente implausible. Ya veremos qué sucede.






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