La embriaguez del pensamiento
- Bernal Arce
- 21 jun
- 3 Min. de lectura
¡Qué pedazos de cretinos!
Jacques Sagot
Y ahora, amigos y amigas, una adición invaluable para la Antología Universal de la Estupidez Humana.
Bueno, ya puedo decir que, de morir mañana, habría oído la más insólita y monumental sandez concebible. Un grupúsculo de atorrantes –autodenominado “gremio”– le exige al gobierno que les construya pistas para practicar “piques”. No contentos con tal pataleo, tienen el tupé de describir su vicio, sus pulsiones suicidas, como “deporte”. Así que el “piqueteo” es un deporte, y sus cultores, atletas tan dignos de respeto como las hermanas Poll, Keylor Navas o Tuzo Portugués. Tal parece que se impone redefinir eso que llamamos deporte.
Este año se han impuesto 430 multas y decomisado 90 vehículos y 72 placas para acabar con estas “competencias”. ¿Por quiénes se toman estos idiotas, “chiquitos de papi”, carajillos que pretenden enseñorearse del mundo haciendo rugir motores y exhibiendo la potencia de sus vehículos? ¿Fittipaldi, Senna, Schumacher? No, no: probablemente su modelo sea “The Fast and the Furious”… Y ya vieron lo que sucede, cuando alguien es demasiado “fast” y demasiado “furious”. Con sus veleidades hollywoodenses, estos criminales ponen en peligro la vida de todo cuanto a su alrededor se mueve. Los he visto ejecutar sus maniobras. Hace 20 años, en las carreteras de San Pedro y Pavas. Luego emigraron a la radial de Tibás, y ahora se han posesionado de la autopista a Villa Colón.
¿Que ellos se hagan papilla? Me importa un bledo. Eso no sería problema. Es la ley de la selección natural: los imbéciles deben desaparecer para la depuración de la especie. Lo monstruoso es que maten a otros. Eso sí me duele. ¿Ellos? Es higiénico y saludable, para nuestro ecosistema, que se estrellen en cualquier paredón. El estado no debe invertir un céntimo protegiendo de sí mismo a alguien que coquetea con la muerte de tal manera, y que sueña con emular a Paul Walker. Pero urge proteger a las víctimas de su rápida furia y su furiosa rapidez.
Para la antología del humor negro y mordaz, les hablaré sobre los “Premios Darwin”. Un Premio Darwin es un galardón irónico que toma su nombre del creador de la teoría de la evolución de Charles Darwin. Se basa en el supuesto de que la humanidad mejora genéticamente cuando ciertas personas sufren accidentes, muertes o esterilizaciones por un error absurdo o un descuido. Se desechan los bulos, las leyendas urbanas o historias inventadas para recibir el premio, y solo se admiten historias que hayan ocurrido realmente. Los Premios Darwin se conceden, generalmente, de forma póstuma, al individuo o individuos que se eliminan del acervo genético de la manera más torpe y espectacular. Sin embargo, hay una excepción respecto a la condición de que deben morirse para recibir el premio. Si un individuo no muere, pero queda incapacitado para tener hijos, tendría la posibilidad de recibir el “premio honorífico” mientras aún esté vivo. Este curioso premio ha motivado la publicación de varios libros, y una película dirigida por Finn Taylor titulada The Darwin Awards (2006). Alguna vez comenté con un amigo la muerte de uno de estos pilotos suicidas, y me contestó: “Bien, bien, eso no es una tragedia, sino un evento que debemos celebrar: la naturaleza purgándose a sí misma de sus especímenes más estúpidos, menos adaptativos y aptos para el mejoramiento de la especie humana”. Reí, y no pude evitar concordar de todo corazón con él.
No todos estos imbéciles congénitos son “chiquitos de papi”: muchos dejan a sus familias sin comer para jugar a “Los duques del peligro”, y están, por lo demás, bien creciditos. En sus mini-mentes, mini-conciencias y mini-espíritus, rapidez, glamur, motores, dinero y farándula, licuados en inusitada compota, son sinónimo de éxito. James Deans tropicales.
¡Así que el país debería suspender la construcción de carreteras perentorias, y concederles a estos antropoides pistas para su uso personal! Y como no los complacen, se declaran “perseguidos”. Señores: no ensucien la bella, noble noción de “deporte”. Una cosa es Michael Schumacher, otra un psicópata con un motor a guisa de revólver. ¿Saben qué? ¿Por qué mejor no van a jugar ruletita rusa? ¡Es divertidísima: la van a pasar muy bien! Ahí nos cuentan cómo les va.
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