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El Barcelona del cuatrienio 2008-2012: ¿milagro, planificación?

Foto del escritor: Bernal ArceBernal Arce

Actualizado: 9 ene 2023


  Jacques Sagot


El Barcelona de Messi, Iniesta, Xavi Hernández, Piqué, Busquets, Puyol, Fábregas, Alves, dueño incuestionable del fútbol mundial entre 2008 y 2012, es uno de los grandes equipos de referencia históricos.  Se acercó de manera asintótica a esa quimera que llamamos perfección.  En la premiación de la FIFA del año 2010, Messi obtuvo el balón de oro, Iniesta el de plata, y Xavi el de bronce.  ¡El equipo se dio el tupé de copar los tres primeros lugares de la ceremonia!  Como si esto fuese poco, su técnico, Pep Guardiola, fue votado el tercer mejor entrenador del mundo, y cinco jugadores del Barça fueron incluidos en la selección ideal de la FIFA. 

 

Este prodigioso Barcelona –equipo, orquesta, armada, circo y ballet a un tiempo– no surgió ex-nihilo, no cayó del firmamento cual cuerpo celeste, no brotó por ensalmo en una campana de vacío.  Es el resultado de dos factores: la providencia, y un proceso histórico de lenta fermentación.  La convergencia de Messi, Xavi, Iniesta, Fábregas…  Esa es la parte imponderable, la que no podemos controlar: extravagancias del azar. En astronomía, un syzygy : el alineamiento de planetas en un sistema gravitacional.  En marzo de 1894 coincidieron el Sol, Mercurio, Venus y Saturno.  La constelación irrepetible de Pelé, Tostao, Rivelino, Jairzinho y Gerson, en el campeonato mundial México 1970.  Regalos del destino, que a veces es obsequioso y munificente.  


Pero otra parte es perfectamente explicable: corolario de la planificación, la evolución orgánica de las instituciones.  Tito Vilanova era asistente de Guardiola.  ¿Quién le enseñó a Guardiola la dinámica, la fluidez, el arte de la retención del balón que cultivaba el equipo, su ritmo acompasado, lento pero impecable?  Cruyff.  ¿Y quién engendró estratégicamente a Cruyff?  Rinus Michels, el mejor técnico de todos los tiempos, artífice del “fútbol total”.  Pep Guardiola fue el protegido de Cruyff, líder del inolvidable blaugrana, el “Dream Team” de 1988-1996 (por sus filas pasaron Michael Laudrup, Stoichkov, Romario, Guardiola, Begiristain, Zubizarreta, Bakero).  La escuela de Michels, el fuego sagrado del maestro es transmitido, en proceso de relevos, de Cruyff a Guardiola, y de este a Vilanova.  Detrás de todo está Michels que, muerto en 2005, aún pareciese alentar con su espíritu el mejor fútbol del mundo.  Su impronta, su legado le perviven.  Lo propio de los genios.  Así que, si hay un factor aleatorio –la conjunción de astros–, hay otro absolutamente lógico, y está en control de los seres humanos: tradición, transmisión del conocimiento, concepción dinástica de la sabiduría, experiencia acumulada que pasa de mano en mano, visión a largo plazo, continuidad, la estructura pedagógica maestro – discípulo: ¡fundamental, irremplazable!  


Nada hubo de sobrenatural en el Barcelona.  Todo es rastreable en el tiempo: Michels → Cruyff → Guardiola → Vilanova.  Cada técnico formó a su sucesor.  Como debe ser.  Los milagros solo son milagrosos a medias.  ¿Qué es el Barcelona?  Inteligencia histórica: atesorar las enseñanzas del maestro, construir sobre la base de los predecesores.  Messi es un fenómeno, y como tal inexplicable.  Pero el equipo en que está inserto, el proceso de que forma parte es, por el contrario, factura eminentemente humana, y es perfectamente explicable.  El destino no es otra cosa que el resultado de la interacción entre el alea –el azar–, y la voluntad, la planificación, la inteligencia, la autodeterminación. 


  El “Dream Team” fue enteramente hechura de Cruyff.  El “holandés volador” lo tuvo bajo su comando entre 1988 y 1996.  Cruyff no solo fue un genio como jugador, sino también como entrenador.  En la excelsitud con que desempeñó ambas funciones, está absolutamente solo.  Cierto que Zagallo, Beckenbauer y Deschamps ganaron campeonatos mundiales como jugadores y entrenadores de sus selecciones (ya me he referido al inmortal gesto técnico de “Formiguinha”, y la alineación de los cinco dieces en México 1970, y he glosado en torno al unamuniano –piénsese en La Tía Tula– experimento de Beckenbauer consistente en “clonarse” a sí mismo en la determinante figura de Matthäus para el Mundial Italia 1990), pero ni el brasileño ni el alemán ni el francés tuvieron, como técnicos, el impacto del revolucionario Johan Cruyff.  Por cierto, aclaro que originalmente el “Dream Team” (“Equipo de Ensueño”) fue el sobrenombre de la Selección de Baloncesto de Estados Unidos que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, y que reunía por primera vez a las estrellas de la liga norteamericana NBA, ya que las nuevas reglas permitieron a atletas profesionales estadounidenses competir en las olimpíadas. 


El Barcelona de Guardiola nos propone una lección digna de ser escuchada: la historia es, en buena medida, una carrera de relevos, una antorcha cuyo fuego sagrado pasa de mano en mano.   En Costa Rica, cada nuevo técnico empieza desde la primera casilla del juego.  En lugar de apoyarse sobre la plataforma de conocimiento ya cimentada por su predecesor, viene a destruir todo lo que de él podía preservarse, y cual Sísifo empujando por enésima vez su piedra ladera arriba, comienza de cero, ex-nihilo.  Lamentable y típicamente tercermundista práctica.   


Añadamos a esto el modelo de la Masía, la academia formativa para los jugadores del Barcelona.  Se trata de una escuela que les ofrece una educación integral, donde además del fútbol, los residentes (jóvenes valores integrantes de las ligas inferiores) reciben lecciones de ética, literatura, música, e historia de la cultura.  De ahí salieron Messi y sus compañeros del “Dream Team”.  ¿Por qué este encomiabilísimo ejemplo no es reproducido en Costa Rica?  Pues precisamente porque somos Costa Rica, el país más feliz del mundo, el líder mundial en materia de libertad, democracia, paz, desarrollo sostenible, ecologismo, tolerancia y cultura: no somos ya perfectibles, no tenemos nada que aprender de nadie, y hemos alcanzado el ápex de la bienaventuranza social y política.  ¿No es cierto?  Sigamos durmiendo al arrullo de nuestra mitología patriotera.  Muy lejos vamos a llegar, suscribiendo a la noción del excepcionalismo tico.  Como agudamente señala Nietzsche: “No se debe privar al hombre mediocre de la mentira, pues sin ella no sabría vivir”.    

     


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