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Deporte: magia, poesía y heroísmo

Un año ya sin Pelé


Jacques Sagot



No hay un solo rasgo técnico en el que Pelé no sea superado por algunos de sus más ilustres colegas.  Cruyff era más polifuncional y cubría más área en el terreno de juego.  Maradona tenía un poquito más de habilidad al maniobrar en espacios reducidos (lo propio de un buen zurdo).  Rivelino tenía mejor disparo de media y larga distancia.  Beckenbauer tenía más don de liderazgo.  Matthäus tenía más potencia física y era un mejor recuperador de balones.  Cristiano Ronaldo tenía más capacidad atlética.  Zamorano era mejor cabeceador.  Gerd Müller poseía mayor sentido del oportunismo.  Di Stéfano era más veloz.  Klinsmann le pegaba mejor al balón de seguido, a la hora de marcar goles.  Garrincha tenía más gambeta y regate.  Zico era más letal en el cobro de tiros libres.  Messi era más refinado en la ejecución de “globitos” y “vaselinas”.  Romario tenía más sangre fría en el uno a uno contra el portero, y le pegaba al balón mejor de puntazo.  Ronaldo Nazario de Lima Souza tenía más músculo y un pique más pujante al enfilarse a marco.


Todo eso es evidente, y cualquiera puede constatarlo.  Pero entonces, ¿cuál era la singularidad de Pelé?  Ninguna en particular.  Resulta, empero, que el colosal “negrao”, dotado excelsamente de todos los anteriores atributos –si bien superado en cada uno de ellos aisladamente considerados– era el jugador que ofrecía el mejor paquete, el conjunto de atributos más completo, más abarcador, más satisfactorio.  Porque aunque no los superaba en esas destrezas muy específicas que ellos encarnaron, los sobrepujaba a todos en la completud y amplitud de sus talentos.  Pelé era la encarnación misma del fútbol.  El alma de este deporte pasó por el mundo, y decidió incardinarse en Edson Arantes do Nascimento.  No tenía un solo flanco débil en su oferta futbolística.  Todo cuanto hizo lo hizo egregiamente, aun cuando –de nuevo– al considerar cada una de sus excelencias aparezca siempre alguien que lo superaba en alguna de ellas.


Pelé tuvo el infortunio de emerger a los ojos del mundo cuando el fútbol apenas devenía un deporte universal y masivamente mediatizado.  El campeonato mundial México 1970 (cuarta justa y consagración de Pelé) fue el primero que los satélites Telstar transmitieron en vivo y a todo color al mundo entero.  Cuando Pelé se retira definitivamente de las canchas, en 1977, no había redes sociales, no había Google, Internet, Youtube… nadie podía seguir en tiempo real sus proezas con el Cosmos de Nueva York.  Nuestro futbolista logró colarse apenas a tiempo, en la colita de su carrera, en la furia mediática del fútbol.  El resultado de esto es que nadie conoce más de cinco o seis de sus 1 282 goles.  


Pero Pelé no era únicamente –quizás ni siquiera fundamentalmente– un goleador.  Si hizo más de mil goles, pueden ustedes tener la absoluta certeza de que sirvió en bandeja de plata otros tantos.  Sus asistencias eran legendarias por su precisión, su timing, la donosura con que ejecutaba el pase para que sus compañeros le pegaran al balón sobre la marcha (goles de Jarizinho contra Inglaterra, Checoslovaquia, Italia, de Tostao contra Perú, de Rivelino contra Uruguay durante el campeonato mundial 1970).  Pero esos son apenas unos ejemplos espigados de entre una selva de servicios mayestáticamente regalados.  Ponía los pases con elegancia, casi con nonchalance, como diciendo: “¿saben qué?  Me he cansado de marcar goles, ahora les voy a obsequiar a ustedes estos”.  ¡Cielo santo: eran pases tan cómodos, tan bien trazados, que hasta yo los hubiera transformado en goles, de haber tenido el privilegio de jugar a su lado!  Eran servicios magnánimos, munificentes, la pura generosidad de los reyes que dan a sus súbditos la oportunidad de lucirse, ¡cuánta “largesse”, qué aristocracia del espíritu!


Claro está, mucha gente no vio jugar a Pelé.  Lo que de él conocen son las tres o cuatro jugadas canónicas que sempiternamente nos ofrecen de él, tomadas de los mundiales Suecia 1958 y, sobre todo, México 1970 (y nadie conoce el que sin duda fue su mejor gol mundialista: su anotación contra México durante la fase de grupos del campeonato mundial Chile 1962: burla a cuatro defensas y se interna en el área con una determinación, técnica y fortaleza que son simplemente titánicas).  Así las cosas, por ignorancia, por falta de curiosidad y de espíritu investigativo, muchos de estos consumidores de fútbol se apresuran a declarar que Maradona, Messi, Cristiano Ronaldo, Romario o Cruyff fueron mejores que él.  Señores, señoras: documéntense, hagan su homework, y después hablamos.  Un fenómeno óptico que todos conocemos hace que veamos siempre más grande lo que tengamos más cerca de nuestros ojos.  Ahora mismo veo la punta de mi nariz, y la descubro más grande que la puerta de mi habitación.  Bueno, pues exactamente lo mismo ocurre con los hechos históricos.  El presente siempre es más brillante, resonante, encomiable, excelso que el pasado.  Hemos de desconfiar de esta falacia.


Y no me salgan con el cuento de que “antes” era más fácil hacer goles que hoy en día.  Cuando Pelé llegó a jugar su primer mundial en Suecia, 1958, el vuelo de Sao Paulo a Estocolmo tomaba 20 horas.  Fue su primera salida del país, un chico humilde, que se ganaba la vida trayendo y llevando las bandejas llenas de ropa que su madre se ganaba la vida lavando en su pueblito natal, Três Cõraçoes.  Hoy en día una primadonita futbolera viaja en un chárter privado, con piscina, gimnasio y baños turcos a bordo, un asesor de imagen, un manicurista, un pedicurista, un psicoanalista, un deportólogo, un fotógrafo, un masajista, un fisioterapista, un nutricionista, y digitopunturista, un acupunturista, un “motivador”, y un harén de novias o novios “at your majesty´s secret service”  La microcirugía y las nuevas técnicas de rehabilitación hacen las lesiones mucho más llevaderas y las incapacitaciones más breves.  En las canchas los ídolos son protegidos hasta del menor soplo con que un defensa podría ofenderlos.  ¡En el campeonato mundial Inglaterra 1966 Pelé y Garrincha fueron masacrados inmisericordemente ante la impavidez de árbitros criminales!  ¿Cómo podría haber sido “más fácil” marcar goles hace medio siglo que hoy, cuando las vedettes son protegidas, mimadas, salvaguardadas aun del menor rasguño?  Uno de los factores que más incidieron en el éxito de Messi (quien ganó uno de cinco mundiales: les recuerdo que Pelé ganó tres de cuatro), es que este chico no tuvo nunca lesiones de gravedad: fracturas, rompimiento de los ligamentos cruzados de la parte posterior de las piernas, esguinces, pubalgia, desgarros musculares, destrucción de meniscos y demás patologías severas de las rodillas.  Messi jamás tuvo que estar retirado de las canchas durante todo un año, como sí hubo de hacerlo el pobre de Ronaldo Nazario de Lima Souza, entre muchos otros (Zico, Rummenigge, Van Basten, Tostao, Batistuta, Sócrates, Falcao, Robben, Sturridge, van Persie, Ribéry, Zidane, Neymar, Alcántara y docenas más).


Vean, para no ir más lejos, los partidos Brasil – Inglaterra o Brasil -Uruguay del campeonato mundial 1970.  Ahí constatarán ustedes que las defensas eran en esa época tan férreas como en nuestros días, y además de eso, infinitamente más arteras y lesivas.  No había espacios, las retaguardias se cerraban, ya existía el “catenaccio” (“candado), y la marca personal a presión era una práctica común (¿cómo creen ustedes que Alemania consiguió derrotar a la deslumbrante Naranja Mecánica en la final del campeonato mundial 1974?  ¡Porque Berti “el sabueso” Vogts se le pegó cual estampilla a Johann Cruyff y lo “secó” durante todo el partido”!)  No amigos y amigas, los defensas siempre fueron cosa temible en el terreno de juego, y repito: en tiempos de Pelé frenaban a sus rivales de cualquier forma posible, a veces a punta de patadas, zancadillas, golpes, tacos en alto, mordiscos, tirones de pelo, jalonazos de camiseta, escupitajos… era una verdadera ordalía, ser delantero en esos tiempos.


Un año ya sin Pelé, el más grande de todos, el universal emblema del fútbol.  Te echamos de menos, “O Rei”: no solo tus dexteridades balompédicas jamás igualadas, sino también tu simpatía, caballerosidad, don de gentes, sonrisa marfilina y sabrosa como un fruto sazón, bonhomía, humildad, sentido del humor, inteligencia, cultura, en suma, tu luz interior.  Jugadores y técnicos argentinos tan acreditados como Di Stéfano, Perfumo, Gatti, Valdano, Menotti, Rattín y Coco Basile coincidieron todos en que Pelé era, por mucho, el mejor futbolista de la historia.  He oído y leído sus testimonios.  Fueron enunciados desde la distancia histórica, con suficiente tiempo para el apaciguamiento de las pasiones, de manera objetiva y completamente serena.  Igual criterio tenían Cruyff, Beckenbauer, Rivelino, Facchetti, Moore, Banks, Cubillas… los que fueron sus contemporáneos y rivales.  Desde esa paz que confieren los años, todos han convergido al declararlo el jugador más completo de la historia del fútbol.  ¿Y saben ustedes una cosa?  Desde mi pequeño palco, yo los aplaudo y les doy la razón. 

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