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Foto del escritorBernal Arce

Deporte: magia, poesía y heroísmo

Chapeau, amigos: he aquí un genio



Jacques Sagot




Cruyff era, él solito, un hombre - orquesta.  Le daba salida al equipo, efectuaba la rápida transición defensa – ataque, desbordaba por ambas puntas (su clásica finta, consistente en llegar a la línea de fondo, girar sobre su propio eje, devolverse, y centrar a perfil cambiado con la pierna opuesta al flanco en que se encontraba), subía al cierre, anotaba goles imposibles, construía, armaba, marcaba…  Era desquiciante.  Después de su muerte inopinada, el 24 de marzo de 2016, Beckenbauer declaró: “Más que un amigo, Johan era como un hermano para mí.  Yo fui campeón, pero él era el mejor.  No hay nada deshonroso, en ser el segundo después de Johan”.  


En la gigantomaquia Cruyff – Beckenbauer, está claro que el alemán –campeón de Europa en 1972 y campeón del mundo en 1974 con su selección– sale ganando.  Pero el duelo entre el Ajax y el Bayern debe ser declarado un estricto empate, con tres copas de campeones de Europa por bando.  Creo, eso sí, que la historia del fútbol le asignará un lugar más destacado al “holandés volador” que al “Káiser”.  No porque fuese mejor jugador, sino porque el rol que creó para sí mismo en el seno de su equipo fue más determinante, más personal, más inusitado, amén de haber puesto en marcha una revolución más importante en la biografía de nuestro deporte.


Si Beckenbauer creó la posición de líbero, Cruyff se propuso a sí mismo como el primer jugador auténticamente polifuncional en la historia del fútbol.  Driblaba como el mejor jugador sudamericano que cupiese imaginar, era capaz de desplazarse a vertiginosa velocidad y, lo que quizás fuese más letal, cambiaba el tempo de su fútbol de manera desconcertante y súbita: nunca se sabía cuándo el más anodino trote se transformaría en galope infernal.  Imposible no evocar al guepardo de las sabanas africanas, capaz de pasar de 0 a 95 kilómetros por hora en tres segundos.  La capacidad de aceleración de Cruyff era sobrehumana: en dos metros había ya alcanzado su cruise speed.  Dominaba todas las franjas del terreno.  Era el último jugador del mundo que un defensa hubiera querido tener que marcar.  Anulado por un insidioso Vogts en la final contra Alemania, Cruyff opta por echarse atrás, y juega el segundo tiempo como defensa, organizando el juego desde la zaga… no fue una solución exitosa.  Vogts lo “secó”.  De manera no siempre noble, pero lo logró.  Por el contrario, Beckenbauer –dada su capacidad para proyectar pases de treinta metros con absoluta precisión– se dio el lujo de organizar a su equipo desde su posición de defensa por detrás de la línea de cuatro, y ello sin despeinarse.  Había sido delantero, mediocampista, carrilero, líbero… conocía la especificidad de cada rol en el terreno de juego, corría siempre erguido, con la cabeza en alto, mirando a sus compañeros y, además, ¿quién podría tener mejor visión de la posición de las piezas en la cancha que un defensa sweeper?  Al lado del fulgurante Cruyff, su juego puede antojársenos más flemático de la cuenta, pero Beckenbauer es un “gusto adquirido”, un jugador para estetas: requiere refinamiento, saber degustar su fútbol apolíneo, mayestático, supremamente elegante.    


Siendo el jugador más completo de la “Naranja Mecánica”, Cruyff distaba de ser el único hombre polifuncional: Krol podía jugar como zaguero, lateral o volante; Haan era hombre abocado a la recuperación de balones, pero cuando se enfilaba al marco rival podía descargar misiles inverosímiles de treinta metros; Neeskens, Cruyff y Rensenbrink intercambiaban posiciones sin cesar (Rensenbrink, zurdo temible, fue opacado por Cruyff: brilló más en el Mundial 1978, sin el Everest a su lado).  Pedro Rocha, jugador uruguayo que enfrentó a los holandeses en la primera ronda, dijo: “Dos veces, en el campo, quise llamar a mi mamá para que corriera a mi auxilio.  La primera vez, cuando tenía diecisiete años y debuté en el clásico Peñarol – Nacional en el Estadio Centenario.  La segunda, con treinta y dos años, al enfrentar a Holanda en la Copa del Mundo 1974.  Al tomar la bola por primera vez, cuatro holandeses me cayeron encima y me despojaron de la pelota.  No entendí nada de lo que estaba pasando, pero la escena siguió repitiéndose durante todo el partido.  Ahí también quise llamar a mi mamá”.  Y Pablo Forlán, otro sobreviviente del tsunami, dijo: “Cuando perdían la pelota no te dejaban jugar, y cuando la recuperaban sabían jugar”. Efectivamente, solo la inmensa clase del portero Mazurkiewicz evitó una mayor masacre.  Holanda jugaba tan bien sin el balón como con él.


Cruyff era un pensador, un filósofo del fútbol.  En su concepción de este deporte había siempre una dimensión ética y estética que debían ser observadas.  Los dejo con algunos de sus más memorables aforismos.  Cada uno de ellos podría generar un ensayo –y grande es la tentación de hacerlo–, pero a fin de no convertir este texto en una monstruosidad editorial, me limitaré a evocarlos.  Lo que Cruyff expresa en ellos es universalizable a todas las épocas y estilos futbolísticos concebibles.


“El fútbol se juega, primariamente, con el cerebro”.


“El dinero debe estar en el campo de juego, no en el banco”.


“Prefiero ganar 5-4 que 1-0”.


“Jugar al fútbol es sencillo.  Jugar al fútbol sencillamente es muy difícil”.


“Una cosa en un coach, otra un entrenador: el coach es, en lo sustantivo, un pedagogo.  El entrenador recibe los jugadores que el coach ha formado, y los hace funcionar dentro de un equipo”.


“Hoy en día todo el mundo habla de rapidez, pero resulta que el fútbol no es puro atletismo.  Lo más importante es la técnica.  La rapidez sin técnica no sirve para nada”.


“Si no puedes ganar, haz todo lo posible por no perder”.


“La meta última del fútbol total es que ninguna pieza en el terreno de juego sea imprescindible”.


“Si yo tengo el balón, de seguro no lo tiene el rival”.


“Muy bien: están en el Estadio de Wembley, y van a disputar la final de la Copa de Campeones de Europa.  Solo salgan al terreno de juego y disfruten: he ahí lo único que tienen que hacer: disfrutar”.


“Cada entrenador habla del movimiento, de la necesidad de correr a toda velocidad.  Yo sostengo que no hay que correr tanto”.


“El fútbol se juega con el cerebro.  Tienes que estar en el lugar adecuado en el momento adecuado”.


“En mis equipos, el portero es el primer atacante, y el delantero es el primer defensa”.


“Toda desventaja conlleva su ventaja”.


“Calidad sin resultados es estéril.  Resultados sin calidad es aburrido”.


“Ganar es algo muy importante, pero tener tu propio estilo, saber que hay gente que te imita, que te admira, es el mayor regalo que el fútbol puede darnos”.


“Sigue tu instinto: ese nunca te guiará mal”.




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