La Polonia que todos amamos
Jacques Sagot
Rindo hoy homenaje a la selección polaca de 1974, campeona olímpica en Munich 1972. Veloz, punzocortante, afecta a un fútbol vertical extremadamente incisivo, temible en el juego aéreo, con un Lato y un Szarmach sedientos de gol (el primero fue botín de oro del torneo, con 7 tantos), mediocampistas de la jerarquía de Deyna (¡temible disparo de media distancia!), y Kasperczak, centrales como Gorgon y Zmuda, el zurdo Gadocha, y el legendario Tomaszewsky, votado mejor portero del mundial (detuvo penales en partidos cruciales ante Suecia y Alemania). Polonia, hechura del técnico Kazimierz Górski (injustamente olvidado en nuestros días) se prodigó en todos sus partidos, pasando sobre Argentina (3-2), Haití (7-0), Italia (2-1: a la sazón subcampeón mundial), Suecia (1-0), Yugoslavia (2-1) y Brasil (1-0, en la disputa por el tercer lugar). Infortunadamente, chocaron contra el futuro campeón, Alemania Occidental, en un partido celebrado en el Waldstadion de Frankfurt, el 3 de julio, bajo un diluvio que transformó el terreno en marisma. Soy de la opinión que, sin el macondiano aguacero, Polonia se hubiera impuesto. El pantano favoreció el juego más físico de los germanos, y Gerd Müller consiguió anotar su clásico gol de media vuelta en el minuto 76. Sepp Maier atajó disparos inconcebibles, constituyéndose, sin duda, en el héroe alemán del partido. En rigor, el juego debería haber sido suspendido: el balón no corría, se quedaba varado en medio del barrial, ningún pase llegaba a su destinatario, los defensas no lograban despejar… inaceptable, absolutamente inaceptable.
Después de la derrota que el cuadro de Beckenbauer sufrió contra Alemania Democrática en la fase de grupos, Polonia fue, sin duda alguna, el más duro escollo que tuvo que superar la Mannschaft en su itinerario hacia el bicampeonato. La gente no suele recordar a esta sensacional Polonia, porque la revelación de la “Naranja Mecánica” de Johan Cruyff y la Alemania del “Káiser” Franz Beckenbauer proyectaron sobre ella la sombra inevitable de su supremacía. En realidad, era tan buen equipo como los finalistas, y siempre deploraré no haber visto una colisión Holanda – Polonia… ¡cuidado y el vertiginoso cuadro de Górski no se hubiera alzado con el cetro!
El equipo conquistaría todavía la plata en los Juegos Olímpicos de Montreal, en 1976 –por debajo de Hungría–, pero la partida del técnico al fútbol griego marcó el fin de la era dorada de Polonia. Las versiones de Polonia que vimos en 1978 y 1982 no se aproximan siquiera al prodigio de 1974. En 1978 fueron vencidos categóricamente por Argentina (2-0) y Brasil (3-1), y en 1982 cayeron doblegados por Italia (2-0), aunque volvieron a ocupar el tercer puesto que habían logrado en 1974, venciendo a una desmoralizada y exhausta Francia por 3-2. Ahí estaban aún Lato y uno que otro notable, pero el equipo había perdido dinámica, velocidad, capacidad de sorpresa. Especialmente sensible fue la ausencia de un ya maduro Deyna en el Mundial 1982. Elegante volante mixto, pasador egregio, rematador temible, dueño del mediocampo, Deyna había sido el capitán polaco en el Mundial 1974. Era a Polonia lo que Cruyff a Holanda y Beckenbauer a Alemania. De hecho, fue declarado el tercer mejor futbolista de la justa, después del holandés y el germano. Su gran mundial fue 1974, no 1978, pese a que en su juego nunca faltaron pinceladas de talento. Me entristece constatar cómo ha caído en el olvido –salvo en Polonia, donde sigue siendo un ídolo– este señorón de la media cancha. Deyna murió en 1989, a causa de un accidente de tránsito acaecido en San Diego. Manejaba a altas horas de la noche, a una velocidad suicida y en estado de embriaguez. Venía de ser víctima de una estafa que le había costado un millón de dólares, y acarreádole el divorcio de su esposa. Era un hombre moralmente roto.
Lo triste del caso para la Polonia de 1974 es que no pudo jugar la que quizás era su mejor pieza: el puntero izquierdo del Gornik, Wodzimierz Lubanski. Otra hubiera sido quizás la historia, si una lesión no lo hubiese dejado fuera de la justa. La segunda mala pasada que la historia le juega a Polonia es el hecho de que Zbigniew Boniek, sin duda el mejor jugador que el país de Chopin ha producido, no se integró a su selección hasta 1976, cuando tenía 20 años de edad. Autor de dos goles en Argentina 1978 contra México y cuatro en España 1982 (un hat-trick memorable contra Bélgica y un tanto ante Perú), y estrella de la Juventus campeona de Europa en 1985, Boniek no coincidió con la mejor época de Lato, Szarmach, Deyna y Tomaszewsky. Cuando se sumó a la selección, sus colegas ya iban en franco declive. No puede uno menos que imaginarse el torbellino futbolístico que Polonia hubiese sido capaz de desatar en 1974, de haber podido alinear a semejantes titanes. Tal parece que los astros no siempre se ponen de acuerdo para configurar la constelación que todos soñamos. El Boniek de 1982 no fue, en mi sentir, inferior a Rossi, Conti, Platini, Falcao, Zico o Rummenigge… pero ya el engranaje en que estaba inserto se había desgastado.
La participación de Polonia en México 1986 fue deplorable: el equipo apenas marcó un gol en cuatro partidos, y fue vapuleado por Inglaterra (3-0) en fase de grupos, y por Brasil (4-0) en octavos de final. Desde entonces, Polonia ha desaparecido del concierto futbolístico mundial. Recordemos, para terminar, que Polonia –como cualquier equipo del bloque soviético– no dejaba que sus estrellas se fugaran para el mercado futbolístico occidental. Deyna, por ejemplo, fue codiciado por el Real Madrid, entre muchos otros grandes equipos. Pero el gobierno polaco no le permitió salir de su país. El primer jugador polaco que logra emanciparse de este impedimento es Boniek, estrella de la Juventus. La excepcional performance del equipo polaco en 1974 es doblemente encomiable, si consideramos que se trataba de jugadores que no podían militar en clubes extranjeros. Ciertamente, no carecían de experiencia internacional (habían ganado el oro olímpico en Munich 1972), pero a sus estrellas les fue prohibido el conocimiento íntimo de las grandes ligas europeas. Polonia 1974: un equipo para la eternidad. Uno de esos que la gente recuerda tanto o más que a los campeones.
Gracias Jacques. Como siempre nos regalas,buen contenido y excelente lenguage.Estupendo artículo .