El pateador de bola glorificado
Jacques Sagot
Una cosa es un gran futbolista –un atleta integral–, otra muy diferente un pateador de bola glorificado. Endiosado por la media. Un cafre que se descubre, un día, rodeado de gloria, encaramado en un escaparate, y expone su falta de clase, de ética, de aristocracia espiritual.
Hace diez años nadie sabía quién era Balotelli. En la Eurocopa 2012 tuvo la tarde de su vida y le marcó dos goles a Alemania. Así es el fútbol, engranaje insaciable que necesita estar produciendo “fenómenos”, a fin de vender playeras, bolas, tenis, lociones, relojes, calcomanías, tatuajes, generando escandalillos de tabloide. Y ese día, merced a dos momentos de “iluminación” –que no ha repetido, por cierto– el jugador ítalo-ghanés, quedó deificado. Le llegó la gloria (¡cuán fácil!) cuando aún no tenía enzimas intelectuales para digerirla.
Antes del segundo partido entre el Real Madrid y el Dortmund por la Copa de Campeones de la UEFA 2013, la nueva deidad pagana declaró quesi los merengue revertían el marcador, “dejaría que su novia se acostase con todo el equipo”. ¿Pero por quién se toma, este atorrante? ¿Reparan ustedes en la carga de antivalores éticos e ideológicos que tal boconada supone? El irrespeto del pachuco: un escupitajo al rostro de todas las mujeres del mundo. Amigos, medítenlo: la frase no es inocua, no es anodina. Lo que Balotelli propone –con un “sentido del humor” deplorable– es una violación masiva y virtual, por poco un sacrificio humano. “Les presto a mi novia para que la usen”. Un mero objeto, receptáculo para el semen de mil desaforados.
¡Pobre mujer, vivir con semejante rufián! “Compartiéndola”, como si fuese un coche deportivo. Propiedad privada, que él, magnánimamente, pone “a disposición” de sus colegas. Mujer – ómnibus: todos la montan. Prostituir a la compañera. La fémina como trofeo deportivo, presea para el mejor cazador. Que Balotelli la cuelgue sobre la chimenea, junto con la cornamenta del alce, la piel de tigre, el oso disecado, qué sé yo… Esas cosas que hacen los cazadores, sin duda para compensar sus deficiencias fálicas. Si yo fuese miembro de la Comisión de Ética de la FIFA, lo sancionaría por esta fanfarronada. Zafio, brutal, repugnante, profundamente ofensivo.
¿Por qué las mujeres toleran tales atrocidades? ¿No se dan cuenta de que, entre este comentario, y los cuatro balazos de Pistorius contra Reeva Steenkamp, hay apenas un paso? ¿Que de la agresión verbal a la masacre física media una tenue línea que se rompe en cualquier momento? ¡Por el amor de Dios, amigas: reaccionen!
Me importa un bledo si Balotelli marca 1000 goles. Para mí ya reveló su esencia: un antimodelo ético, un antimodelo humano, el antideportista. Y no: no cambia en modo alguno mi percepción de su miseria humana el hecho de que el Milán emitiera un comunicado oficial “blanqueando” su persona, que sus asesores de imagen subieran a los escaparates cibernéticos del mundo entero una “disculpa” tan tiesa, protocolaria e insincera como su hairdo, que por una u otra “obra de caridad” quieran conferirle la medalla Albert Schweitzer o declararlo mártir canónico de la cristiandad, o que me vengan con el cuento de que el pobre muchacho padecería de un trastorno conductual (¿síndrome de Tourette?) que lo mueve, de manera irreprimible, a proferir obscenidades.
Es grotesco, todo esto. Tal parece que la vedette futbolera debe –cada vez que sus acciones en el mercado bajan– “inventarse” un oportuno escandalillo que se constituya en “el sabor del mes”, y revitalice su alicaída imagen. Este tipo de explosiones devienen cíclicas, periódicas, perfectamente previsibles. Si el jugador no ha rendido lo que de él se esperaba en meses recientes, sus agentes le “escenifican” un affaire que renueve su vigencia en la pasarela futbolística. ¡Todo sea antes que obsolescer! El “producto”, la “mercancía” debe mantener su frescura en el mercado, cueste lo que cueste. Después del porrazo, el bofetón, el escupitajo, la boconada, el mordisco o el circo sexual, bastará con subir a las redes sociales una “disculpa” redactada por un comité de asesoría de imagen… Y ahí está asegurada la vigencia del deportista, siquiera por unos meses más. Es raro que los escándalos altamente mediatizados coincidan con las fases de apogeo técnico de un deportista: en general vienen, comme par hasard, a “resucitar” figuras que, sobre el terreno de juego, atraviesan un bache profesional. La fórmula funciona: para el siguiente partido, los ojos del planeta estarán fijos sobre él, escrutando hasta el menor de sus gestos. Mondo cane!
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